HUANCABAMBA: TIERRA DE LOS GUAYACUNDOS
En la nueva Lima, la Lima provinciana, es muy común encontrar a personas oriundas de varias partes del país. Las hay de la región andina, de la selva, del norte y el sur del país. Cada una de estas regiones tiene características típicas que las diferencia de las demás, por eso el Perú es un país megadiverso y es ahí donde encuentra su verdadera riqueza.
En esta ocasión, quiero que viajemos juntos a los departamentos que conforman la costa norte peruana. Aquí se encuentran las ciudades de Trujillo, Chiclayo, Piura y Tumbes, lugares que guardan el recuerdo de grandes civilizaciones como la Moche y Chimú, y donde se encuentran las playas más hermosas del Perú. Sin embargo, el motivo más grande de estas líneas, es que en estas tierras se encuentran zonas muy enigmáticas y misteriosas, donde abundan muchas leyendas y desconocidas tradiciones.
En ese contexto, quiero compartir con ustedes partes del libro “En el Reino de los Guayacundos” del escritor peruano Dimas Arrieta Espinoza. Según opinión del escritor Jorge Coaguila “la obra restituye, por medio de la oralización de la escritura (imitar el habla de los brujos), una cultura cuyas tradiciones continúan vivas en el presente, no obstante las guerras civilizadoras. Arrieta narra desde la perspectiva de los curanderos, no desde los visitantes”. Asimismo, este libro revaloriza y da a conocer la rica cultura que tiene el Perú y es, como lo comenté hace algún tiempo, una muestra del paradigma de ‘cultura diversa’ con la que contamos y que muchos de nosotros no sabemos valorar.
EN LAS TIERRAS MÁGICAS
El pueblo de Huancabamba y la Laguna de las Huaringas son considerados como lugares “sagrados y mágicos” por los peruanos norteños. Huancabamba es muy conocido porque alberga a los más importantes curanderos del país, así como el pueblo de Salas, cerca de Chiclayo. Arrieta nos lleva a un viaje casi mágico a estas tierras piuranas y hace que seamos testigos de esa rica cultura que heredaron de los Guayacundos.
En una parte del libro al autor nos cuenta lo siguiente: “En esos días Huancabamba celebraba fiestas patronales en honor de su máxima patrona, la Virgen del Carmen, con verbenas, quema de castillos, serenatas y comparsas que desfilaban por las calles principales. Los campesinos de los caseríos vecinos bajaban a la Plaza de Armas. Desde nuestro cuarto del hotel, escuchábamos las bandas de músicos que tocaban marineras y tonderos. Provocaba unirse a las parejas de baile que no se perdían ninguna pieza, pero dejamos la alegría de los festejos porque nos seducía el ritual de la noche, el misterio que rodeaba la mesada.” (pp 15)
Asimismo, nos lleva al desconocido mundo de las mesadas de los curanderos: “¿Qué nos diría el maestro? El misterio se desentrañaría a partir de los ocho de la noche. Estaba quieto, era la primera ves que asistía a la mesada de uno de los más afamados huaringueros, herederos de los Guayacundos. De pronto, la voz del maestro irrumpió. Todos estábamos sentados alrededor del santuario, un altar inmenso con imágenes cristianas: la Virgen del Carmen, San Miguel Arcángel, el Señor Cautivo de Ayabaca. Junto con algunas varas chontas de todo grosor y figuras variadas, había piedras rarísimas que representaban a las huacas, inmensas conchas de mar con otras pequeñas donde se chingaba tabaco con aguardiente.” (pp 15)
Este pasaje es muy interesante, pues muestra como la religión cristiana se ha fusionado con la cultura popular. Se aprecia como hay una mezcla interesante de costumbres religiosas con antiguas tradiciones del lugar, las cuales se transmiten de generación en generación.
Sin embargo, no todo es curanderismo. En la narración nos cuentan también sobre la existencia de seres mágicos: “Después de una ardua jornada, dicen que a las seis en punto de la tarde, el pobre Amaro Carrasco se fue a la quebradita a bañarse. Sí, a bañarse en ese peligrosísimo jaguaycito. Cuando ya se había jabonado la espalda y la cabeza, le cayó una piedrita en el cuerpo. –¡Carajo! quién juega así- habría renegado Amaro. Y no le hizo caso. Terminó de bañarse y empezó vestirse. Una vez cambiado, alguien por la espalda le salpicó agua. Al voltearse, vio a la ‘Chununa’, una mujercita chiquita que caminaba con los talones para adelante. El duende sólo medía un metro, era rubia y su caballera le llegaba hasta los pies. Amaro no resistió y se encantó. Perdió el conocimiento y empezó a babear. Botaba espumas blanquísimas y, con fuertes convulsiones, ingresaban otros espíritus. Otras presencias expulsaban a las verdaderas y ocuparon su cuerpo.” (pp 47).
Realmente, en las provincias del Perú, se puede encontrar interesantes historias sobre seres mágicos y misteriosos, las cuales se pueden comparar con las más bellas historias de la mitología griega. El libro de Arrieta nos conduce a un entorno mágico de nuestra cultura. Son costumbres que desde la capital las vemos raras y las juzgamos por desconocimiento, falta de tolerancia y respeto. Algo muy cierto en este mundo es que conocemos sólo una parte del gran misterio de la vida y la naturaleza. Incluso el hombre es incapaz de descifrarse asimismo y no sabe explotar todo su potencial.
En esta ocasión, quiero que viajemos juntos a los departamentos que conforman la costa norte peruana. Aquí se encuentran las ciudades de Trujillo, Chiclayo, Piura y Tumbes, lugares que guardan el recuerdo de grandes civilizaciones como la Moche y Chimú, y donde se encuentran las playas más hermosas del Perú. Sin embargo, el motivo más grande de estas líneas, es que en estas tierras se encuentran zonas muy enigmáticas y misteriosas, donde abundan muchas leyendas y desconocidas tradiciones.
En ese contexto, quiero compartir con ustedes partes del libro “En el Reino de los Guayacundos” del escritor peruano Dimas Arrieta Espinoza. Según opinión del escritor Jorge Coaguila “la obra restituye, por medio de la oralización de la escritura (imitar el habla de los brujos), una cultura cuyas tradiciones continúan vivas en el presente, no obstante las guerras civilizadoras. Arrieta narra desde la perspectiva de los curanderos, no desde los visitantes”. Asimismo, este libro revaloriza y da a conocer la rica cultura que tiene el Perú y es, como lo comenté hace algún tiempo, una muestra del paradigma de ‘cultura diversa’ con la que contamos y que muchos de nosotros no sabemos valorar.
EN LAS TIERRAS MÁGICAS
El pueblo de Huancabamba y la Laguna de las Huaringas son considerados como lugares “sagrados y mágicos” por los peruanos norteños. Huancabamba es muy conocido porque alberga a los más importantes curanderos del país, así como el pueblo de Salas, cerca de Chiclayo. Arrieta nos lleva a un viaje casi mágico a estas tierras piuranas y hace que seamos testigos de esa rica cultura que heredaron de los Guayacundos.
En una parte del libro al autor nos cuenta lo siguiente: “En esos días Huancabamba celebraba fiestas patronales en honor de su máxima patrona, la Virgen del Carmen, con verbenas, quema de castillos, serenatas y comparsas que desfilaban por las calles principales. Los campesinos de los caseríos vecinos bajaban a la Plaza de Armas. Desde nuestro cuarto del hotel, escuchábamos las bandas de músicos que tocaban marineras y tonderos. Provocaba unirse a las parejas de baile que no se perdían ninguna pieza, pero dejamos la alegría de los festejos porque nos seducía el ritual de la noche, el misterio que rodeaba la mesada.” (pp 15)
Asimismo, nos lleva al desconocido mundo de las mesadas de los curanderos: “¿Qué nos diría el maestro? El misterio se desentrañaría a partir de los ocho de la noche. Estaba quieto, era la primera ves que asistía a la mesada de uno de los más afamados huaringueros, herederos de los Guayacundos. De pronto, la voz del maestro irrumpió. Todos estábamos sentados alrededor del santuario, un altar inmenso con imágenes cristianas: la Virgen del Carmen, San Miguel Arcángel, el Señor Cautivo de Ayabaca. Junto con algunas varas chontas de todo grosor y figuras variadas, había piedras rarísimas que representaban a las huacas, inmensas conchas de mar con otras pequeñas donde se chingaba tabaco con aguardiente.” (pp 15)
Este pasaje es muy interesante, pues muestra como la religión cristiana se ha fusionado con la cultura popular. Se aprecia como hay una mezcla interesante de costumbres religiosas con antiguas tradiciones del lugar, las cuales se transmiten de generación en generación.
Sin embargo, no todo es curanderismo. En la narración nos cuentan también sobre la existencia de seres mágicos: “Después de una ardua jornada, dicen que a las seis en punto de la tarde, el pobre Amaro Carrasco se fue a la quebradita a bañarse. Sí, a bañarse en ese peligrosísimo jaguaycito. Cuando ya se había jabonado la espalda y la cabeza, le cayó una piedrita en el cuerpo. –¡Carajo! quién juega así- habría renegado Amaro. Y no le hizo caso. Terminó de bañarse y empezó vestirse. Una vez cambiado, alguien por la espalda le salpicó agua. Al voltearse, vio a la ‘Chununa’, una mujercita chiquita que caminaba con los talones para adelante. El duende sólo medía un metro, era rubia y su caballera le llegaba hasta los pies. Amaro no resistió y se encantó. Perdió el conocimiento y empezó a babear. Botaba espumas blanquísimas y, con fuertes convulsiones, ingresaban otros espíritus. Otras presencias expulsaban a las verdaderas y ocuparon su cuerpo.” (pp 47).
Realmente, en las provincias del Perú, se puede encontrar interesantes historias sobre seres mágicos y misteriosos, las cuales se pueden comparar con las más bellas historias de la mitología griega. El libro de Arrieta nos conduce a un entorno mágico de nuestra cultura. Son costumbres que desde la capital las vemos raras y las juzgamos por desconocimiento, falta de tolerancia y respeto. Algo muy cierto en este mundo es que conocemos sólo una parte del gran misterio de la vida y la naturaleza. Incluso el hombre es incapaz de descifrarse asimismo y no sabe explotar todo su potencial.
Las historias de Huancabamba y las Huaringas son parte de la cultura y tradición peruana que busca ser redescubierta. Nosotros no sabemos valorar lo que tenemos, menos de Lima, la Lima moderna y tecnológica, la ciudad de las oportunidades y que lo sabe de todo. Pero, sin lugar a dudas, al leer sobre todas estas cosas maravillosas, recuerdo la frase del filósofo griego Sócrates: “yo sé que nada sé”.